top of page
  • Foto del escritorMarisol Vera Guerra

El cuerpo y la maternidad: Una escritura del yo

En mayo de 2023, la Feria Nacional del Libro de Escritoras Mexicanas (FENALEM) y Ediciones Morgana México nos unimos para impartir el taller de creación literaria "El cuerpo y la Maternidad: Una escritura del yo", en la que mujeres de diversas generaciones y regiones geográficas dialogamos acerca de nuestras corporalidades y su relación con el mundo, usando como herramientas la introspección y la poesía.

Retomando algunas reflexiones de Carolina del Olmo sobre El nudo materno (Jane Lazarre. Las afueras) sobre esa mezcla enormemente sugerente y muy «auténtica» que se encuentra en los libros sobre maternidad (género híbrido), asumimos la poesía como un documento de nuestro tiempo y el cuerpo como un lugar de la investigación, dando lugar a una autoficción en la que brilla un yo literario: «Te lo cuento porque (también) te ha pasado a ti».

Te invitamos a leer algunos de los textos resultantes de este taller.


Linda González


Es autora del libro Palabras de luz sobre los silencios (Ediciones Morgana México, 2023). Acreedora a una Primera Mención Honorífica en el Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines 2007, con el poemario Gemidos para arrullar a una loba herida. Poemas suyos han sido traducidos al italiano por Silvia Favaretto en Muestra de poesía mexicana (Progetto 7LUNE). Se puede leer más de su obra en su blog personal Sangre, barro y espíritu.



Fuiste tú quien me dio las alas,

el pelaje de loba,

la mirada fija en el espejo

para que la palabra penetrara en la carne

y el filo de las uñas desgarrara la muerte.

Por siglos, anduve tras de ti

cazando mariposas,

tejiendo plata en los cabellos,

de modo que el fuego renovase las pieles

y el canto de las brujas

se colara en la garganta.

Hoy

persigo aún tus pasos,

persigo las voces de todas mis ancestras.

Procuro llenarme los huesos de azúcar,

un poco de sal y veneno,

puñados de poemas en las manos.

Soy un relámpago en el cielo,

algo como un estallido,

el caos de donde nacen las estrellas.



El momento del parto


Recuerdo el miedo,

los temblores,

ese dolor agudo en el vientre,

el terror de pensarme madre,

cuidadora de sueños.

Recuerdo las muñecas amarradas,

sujetas para siempre al destino,

al balbuceo,

a no saber cómo retener las aguas,

cómo trazar un camino directo al paraíso.

Recuerdo mi ojo perdido en el espejo,

tratando de ver la ranura,

la carne que se abría,

la pequeña cabecita viscosa

anunciando su llegada.

Recuerdo llorar y reír,

cantar desde lo profundo:

Shema Israel,

Adonai eloheinu,

Adonai ejad.

Y el cuerpo temblaba,

el cuerpo dolía,

el cuerpo estaba muriendo,

el cuerpo ya no era cuerpo,

sino vísceras y fantasmas,

una mujer mutilada,

un cuerpo propio y ajeno,

goteando,

gimiendo,

aullando.



Otredad


Yo, la crucificada,

la que derramó su sangre

después del pecado

y, envuelta en el sudario,

ahogó los gritos;

la que fue ensalzada tres veces,

por hombres y mujeres,

investida de rosas y jazmines,

ataviada de luces,

fui borrada de la faz de la Tierra,

enterrada a los tres días,

cercenada de la lengua y los pechos,

cercenada del cuerpo y la lujuria,

cercenada de mí misma.

Yo les vi desde lejos,

desde la punta del calvario,

en la concavidad de los espejos,

mientras ellos tasajeaban y reían,

y yo convulsionaba arrojando estrellas,

coágulos y salitre,

espuma por la boca.

Ellos, en cambio,

insensibles al rumor del río,

aunque estaban en el centro,

no presenciaron el milagro,

ni a las aves convirtiéndose en ceniza,

lo que vieron

fue apenas un matadero,

algo como un mugido,

algo que no supieron nombrar.



Transfiguración


No sé cómo conciliar mi cuerpo,

nadie me dijo cómo hacerlo,

cómo sacarse los zapatos

y andar a gatas junto a los grillos.

Con el tiempo

he aprendido a escuchar sus gemidos,

la forma exacta en que se acomodan los huesos

y las mandíbulas se cierran

conteniendo la respiración.

Cuando pego la oreja al ombligo,

se desenredan el lenguaje y las palabras,

se distiende la carne,

abrazo las molduras,

abrazo las cicatrices,

me abrazo en el silencio,

me reinvento toda yo.



¿Quién soy?


Yo como hija de mi madre: Mariposa.

Yo como madre: Loba.

Yo como madre de mi madre: Espejo.

Yo como mi propia madre: Anciana.



Diana Ortiz Vidaña


Escritora y pintora mexicana (1969). Emigró a los EE.UU. en 1998. Emprendedora, entrenadora de natación y madre de tres maravillosos hijos. Su primer libro Adhd, add y síndrome de Asperger (2019) logró colocarse como bestseller, traducido al inglés por South Texas Translation. Su obra plástica se ha expuesto en Irlanda. Ha publicado el libro de cuento Living is life (Ediciones Morgana, 2023) con prólogo de Susana Villanueva Eguía Lis y Mauricio Carrera. Ha publicado cuento y poesía en revistas y blogs literarios, como Labrapalabra, revista Eucalíptica de Literatura y Cultura en Austin Texas; la revista Sigma Delta Pi, que dirige el Departamento de Lenguas, Texas State University, y participó en la creación de un poema comunitario convocado por la Revista Latino book Review.



Domingo 7


Un domingo 7 no es de nueve meses

ni vergüenza

ni eslabón de herencias

desvelos

angustias que aprietan mil ombligos

el listón rojo que tú me niegas


Un domingo 7 no es de nueve meses

Sigo siendo un fantasma que danza con el mundo

como vientre al pie de tu cama

¡Validación suplico!

y tú

con toda calma

la guardas entre tus enaguas

Ensordecida piedra cubierta de teflón


Un domingo 7 no es de nueve meses

Trocito de mi carne

maestro que me enseña que tengo garras

que aulló

que soy gaviota madre

que soy perra

reina y loba

muralla que custodia

el fruto prohibido


Mi domingo 7 no es de nueve meses

Yo soy hija desdeñada enjuiciada

y tú mi fruto

mi corazón

y la voz que alguna vez nadie escuchó.



Tengo miedo de prender la luz

Y descubrir mi cuerpo reflejado en tus ojos de verdugo.


Uso cuatro fajas para que mi madre me brinde un poco de piedad. El rincón de mi posparto y mi inutilidad de primeriza ante su látigo y el no poder abrazar al fruto de mi vientre.


«Se ha dormido con 10 tigres por eso no usa traje de baño».

«Es la vergüenza de la familia».


Su grito desesperado me busca para seguir pegadito a mis brazos.

El mar brota de mis cuencas y los volcanes explotan mientras mi madre se niega a darme mi pedacito de carne: «Esa leche lo envenena».


* *


Exilio: he tenido que salir en la madrugada con mis niños.

Soy mala madre en la casa que me vio crecer.


Yo le canto para que no pregunte.

Mis raíces se dibujaron en mi vientre cuando naciste.



Itzany Marure



Mi nombre es Itzany Marure, nací en CDMX hace 26 años, tengo un hermoso hijo de 2 años. He sobrevivido a una vida con enriquecidas experiencias que han inspirado mi escritura para poder compartirla con más mujeres. Volviéndose una necesidad catártica y reveladora. Contacto: IG @anni_marure


Lascivia


Me cuestionan

me juzgan

me hieren

¿por qué tienen que ser tan crueles?

¿por qué me hacen sentir culpa?

¿por qué no voltean a verlo a él?

Él decidió marcharse

¿por qué a la que señalan es a mí?

¿por qué me ven con lástima?

¿por qué me veo yo con vergüenza?

¿qué otro peso le quieren agregar a mi espalda?

¿no les es suficiente el desgaste emocional?

¿el agotamiento físico?

¿el estrangulamiento a mi persona?

¿Creen que yo elegí esto?

¿Quién los hizo pensar así?


La mirada del machismo hasta en mí misma…



La selva de la deconstrucción


Nada tan salvaje como la deconstrucción, nada tan revelador como escribir, nada más hermoso que leer a mujeres y reconocerte en ellas. Reconocerte mujer y lo que eso significa, conectar con tu energía femenina, cuestionarte desde las entrañas y volver a crearte desde el amor propio; sacar aquellas creencias limitantes y reprogramar el cerebro para no vivir cosas que nuestras ancestras padecieron; aprender a observar desde otra perspectiva, sabernos eróticas, disfrutar nuestras cuerpas sin prejuicios ni juicios, sentir el orgasmo de la vida, perdonarnos y pedir perdon, agradecer siempre a los maestros que nos pone la vida para aprender lo que vinimos a sanar en este planeta kármico.


Vivir el dolor, arder en amor, sentir, aprender, enseñar, disfrutar, besar, bailar, observar, compartir.


Soltar…



Espera


El temor de lo que vendrá:

estás por mirar tu nueva vida


Hoy es el día en que te conoceré

estoy ansiosa por ver tu cara

oír tu llanto

besar tus cachetes

tomar tus manitas

alimentarte con mi cuerpo

abrazarte

saberte sano

llamarte hijo

y convertirme en tu mamá.


El miedo presente

sé que lo percibes


el dolor cada vez más intenso

estás por nacer.


Se está complicando un poco

como lo fueron estos 9 meses

vamos

es lo último


Me van a dormir

para esa cesárea de emergencia

lo necesitamos

espera

ya casi nos conoceremos


Despierto

y tú no estás

¿Dónde te encuentras, hijo mío, dónde…?


Me dicen que estás bien

que fue un poco complicado

como lo fueron estos 9 meses


Espera un poco más

pronto estarás en los brazos de mamá


Te pincharán con algunas agujas

Te sentirás en la playa con los lentes que te pondrán


Ya pronto nos conoceremos

minutos

horas

días

que siento como meses

necesito tenerte


Ya pronto nos tendremos

esperaré un poco más…


Llegó el día: por fin, dado de alta

Entro por ti

te pongo la ropa que te escogí

te tapo con la mantita que te regaló la abuela

y mis manos tiemblan

¿qué hacer

con tan especial regalo de vida?


Por fin en mis brazos

te observo

te siento

TE AMO



Quién soy


Yo como hija de mi madre:

Me gusta mucho observar a mi mamá, recordarla más joven y añorar esos momentos de mi infancia a su lado, imaginar cómo habrá sido de niña; amo admirarla y encontrar muchos detalles de ella en mí. La perdoné y entendí que hizo lo que puedo con las herramientas que tenía.

Le agradezco cada parte suya que me comparte.

Le daría el mundo si pudiera, por ahora sólo puedo darle mi corazón, espero y baste en lo que le puedo dar lo que se merece.

Sé que no soy la hija ejemplar, ni ella la madre perfecta, no me debe ni le debo nada: aquí y ahora nos amamos.


Yo como madre:

Soy una madre real, de esas que se cansan, que lloran en el baño escondidas, o bajito en las noches para no despertar al bebé; de esas que se mueren de miedo porque creen no poder con todo, de las que sienten la incertidumbre que te da el saber si estás siendo “una buena mamá”, la que se frustra por no poder acabar el quehacer; la que no tiene ganas de jugar, a la que se le acaban las ideas para hacer la comida y se molesta mucho porque el bebé no quiere comer; la que pierde la paciencia, la que llora por no tener tiempo para ella, la que no puede entrar al baño sola, la que tiene mil cosas en la cabeza, la que sabe perfectamente qué son el estrés, la culpa y la preocupación por no saber con quién dejar al hijo mientras trabaja; de esas que no pueden terminar de ver el capítulo de su serie favorita por “Larry el cotorro”. Una madre Real.


Yo como madre de mi madre:

«Agotador y gris» es como lo describiría, el darte cuenta de que tu mama también es hija y tiene muchas carencias y heridas que sanar, y empezar a verla con otra mirada más compasiva. No cargarla, sino acompañarla en su proceso y respetar sus tiempos. Claro, siempre cuidando tu corazón y priorizando tu paz mental.


Yo como mi propia madre:

Es algo que me ha costado, el darme lo que no pudo darme mi mamá y dejar de esperar que me lo dé ella, porque no lo hará; aprender que me lo tengo que dar yo, porque yo soy la adulta ahora, y mi niña interior me necesita. Es algo que aún estoy aprendiendo, no es fácil, es desgarrador pero reconfortante. Aceptarlo, soltarlo y agradecer.



Kharen Larrondo


Nací un 8 de septiembre de 1998, en Morelia, Michoacán. Crecí en Acámbaro Gto., donde están mis raíces. Lic. en Psicología Clínica por la UAQ. Soy una de las hijas del Círculo de Lectura y Creación Literaria de Acámbaro, Gto, familia de la Biblioteca infantil de la UAQ y de su proyecto hospitalario “Acariciando con palabras”. Participé en la antología poética Mirar con otros ojos (PRISMA EDITORIAL). Navego en este mar de letras donde a veces nacen monstruos o se pescan cosas olvidadas. Contacto: kharenna,ma@gmail.com IG: @kharenna_lm



Despojo


Como el dólar

suben y bajan

miradas que insisten

en desnudarme

los kilos

que me visten



Corrí con mamá

a gritos le conté

«él se acercó a mí»

en sus ojos la busqué

ausente y fría

se le fue la voz

después de decir:

«calla niña»


era muy tarde



Confidencia


«Calla»,

pidió mamá

¿lo dijo para ella?


Aun así

fui obediente.



Casa (vientre)


Hoy

permito

serme

íntima



Parto

de tu vientre



Primerizas


De qué te anestesiaban

aquel día cuando nacíamos:

tú, madre;

yo, hija.



María Elena Espinosa Mata


(Ciudad Mante, Tamaulipas) Licenciada en Educación Primaria. Es poeta y narradora. Publicó el poemario Taciturna Luz, Ed. PRAXIS, 2005, y Osadía del Amor Extravagante, Ediciones Morgana, 2018. Antologada en Mujeres Poetas de México, Editorial Atemporia en 2008, en Bitácora de Voces, Antología de Verso Norte 2010. En 2018 es ganadora en el concurso para formar parte de la antología Nacional de Cuento de Escritoras MX. En 2019 es seleccionada para integrar la antología Cuentos de Alteración de Duermevela, Casa de Alteración (Puebla). Participa en la antología virtual El Mundo Clausurado, UNAM San Antonio, Texas, 2020. Contacto: Fanpage FB.



Sala de expulsión


¿Qué fue primero: la gallina o el huevo?

dice el doctor mientras hurga en mi útero

(suave exquisitez

a la navaja expuesta)

pienso que alumbraré en cualquier instante

pero entro al juego

me esfuerzo en contestar

en el quirófano se ríen de mis respuestas

ahora perdí mi turno de contarles un chiste

un profundo vagido anuncia que acabo de alumbrar

Soy madre de nuevo



Disertaciones sobre la belleza

en aquel tiempo me dio por no mirarme en los espejos

sabía que no era hermosa a los ojos de azogue de aquel juez

opté por evitar una condena

y declaré que yo era más que un cuerpo

unas tetas turgentes

unas piernas

intuí la armonía de mis caderas con el novato nido de mi útero

el camino perfecto de mi sexo

y la piel expandiendo los deseos

¿para qué suspirar por no ser bella?

si hermoso es el sentir con esa masa que se eriza de amor cuando te tocan

hermoso cuando te abren como un libro para leer tu contenido

y no quedarse solo en la cubierta

hermoso transitar hasta la edad en que una arruga

no significa la vejez

apenas sí lecturas reiteradas



Abuela fugitiva


En el reloj, las seis de la mañana. El correteo, las ansias, la maleta. El nervio a lo que da. Hay que llegar a tiempo a un parto programado. Me colma la emoción ¡Me estrenaré de abuela! ¿Habrá un evento más importante que eso? Llegamos. Hija, y yerno con ella, entraron a ser padres. Yo que nada tenía que hacer debía esperar afuera (ni modo… las abuelas se quedan en segundo plano).

Me acerqué a preguntar:

—¿Cuánto se tardarán?

A la respuesta vaga de “acaso unas tres horas”, enfilé a la cafetería para hacer tiempo. Apenas me senté cuando escuché una voz en los parlantes: «Fulanita de tal, a información». ¡El susto que pasé! ¡Era a mí a quien llamaban! Un tropel de caballos a galope tendido se desató en mi pecho, uno y mil pensamientos se agolparon dentro de mi cabeza. Un miedo que jamás había sentido hizo eterno el pasillo, mi carrera y el tiempo.

Clamé a todos los santos. Ante su indiferencia tuve que controlarme. Ya todo había pasado, debía esperar la hora de visita. ¡Carajo! Maldije una y mil veces. ¡Todo por no informarme que en aquel hospital el tiempo es relativo y tres horas significan apenas tres minutos.

Burlé la vigilancia, llegué hasta los cuneros, escudriñé las cunas hasta que descubrí en una incubadora a un bebé, aún desnudo, que lloraba.

Mi corazón saltó quizá reconociendo sangre de su sangre. ¿Será que al ser abuelas la víscera se vuelve tan sensible como al momento de ser madres?

—¡Ese es el mío! –dije en voz alta.

Hasta entonces noté que estaba acompañada. El hombre, con atuendo de doctor, comentó divertido:

—¡Usted es La Abuela Fugitiva!

¿Cómo iba yo a saber que harían video del evento y saldrían con mi nieto a la sala de espera? Queriendo sorprenderme, fueron sorprendidos pues ¡la flamante abuela estaba ausente!



Quién soy yo como hija de mi madre

Yo soy la oveja negra, la descarriada, la rebelde, la que nunca se calla, la que puso tierra de por medio y dejó la manada. Soy la extraña.


Quién soy yo como madre

Soy la madre imperfecta, la madre más ausente que presente, la que antepuso hijos ajenos a sus propias hijas. La que salía corriendo del trabajo para llegar a preparar comida y reunía con la sopa a su manada. La que eligió estudiar los sábados sin saber que sería esclavizada toda la semana, aquella cuya hija aprendió en su regazo a subrayar a los tres años y “ayudaba” a su madre a terminar llenando de garabatos el espacio final de sus tareas de la licenciatura. A estas alturas pienso que en cuanto pude traté de resarcir esas ausencias haciéndome presente. Ahora me da vergüenza, empiezo a comprender lo valioso que es mantenerse a la mano, pero a distancia.


Yo como mi propia madre

Ni siquiera se me ocurrió algún día verme como hija de mí misma, yo debí nacer siendo adulta. Pero voy a decirlo: soy una madre dura. Me obligo a funcionar sin cobardía aunque me esté llevando el tren, aunque el dolor me parta porque tuve la suerte de ser madre soltera con esposo; de ser el capitán del barco y mantenerlo a flote. Tuve que silenciar a la niña que vivía en mi interior y comportarme con el patrón de madre que tenía: la madre fuerte, la madre viuda que sacó adelante a sus ocho hijos y dejó de lado sus necesidades.

Laura Luévano Aguirre


Soy profesora universitaria y doy clases correspondientes a las áreas de lingüística, de enseñanza del inglés como segunda lengua, así como de Literatura. Actualmente, imparto los cursos Literatura de Estados Unidos de los Siglos XIX y XX. Mis escritores favoritos son Emily Dickinson, Edgar Allan Poe, Ralph Waldo Emerson, Walt Whitman y Henry David Thoreau. Recientemente he empezado a leer la obra de Rosario Castellanos, la cual encuentro fascinante. Contacto: Laura_chihuahua@yahoo.com



Tres poemas sobre la maternidad


1 .


En su amargura por su amor perdido,

la tarea de mi madre era lanzar su lengua

y herirnos:

«Que piernas tan flacas».

«No tienes cintura».

«No tienes nalgas».

Su especialidad eran mis senos:

«Que chichona estás;

los tienes muy caídos,

cámbiate de blusa,

se te ven bien grandes».

Llegué a desear el cáncer

para que me los mutilaran,

me los extirparan.

No, mamá,

mis senos son hermosos.

Se alzan erguidos

y duros

y fuertes

como los de la Niké de Samotracia.

Son libres.

Revolotean felices

cuando mi novio los ve,

los admira,

los acaricia,

los lame.

No, mamá,

mis senos son bellos,

blancos,

con sus areolas color rosado

rodeando

arropando

de una manera tranquila y frágil

mis pezones.



2.


Parada frente al espejo

contemplo la "obra" del cirujano plástico.

Mis senos destazados,

mutilados,

con horrendas cicatrices.

¿En qué estaría pensando el fulano éste?

«A ésta le saco el dinero

y me vale madre

si la rompo en cachos».

Después de eso, viví por ellos

un duelo de años, diez o más.

Mi esposo tenía prohibido verme,

siquiera tocarme.

Cuando hacíamos el amor,

lo hacía

sin quitarme la blusa.

¡Cuántas ganas tenía

de que estuviéramos

frente a frente!

Sin cubrirme.

Y amarnos.

Y tocarnos de manera libre,

sin reparo.

Y un 31 de diciembre, determinada

me encueré.

Me enredé en una sábana blanca;

y llegó

y la dejé caer

para que me viera

así, completita.

«Aquí estoy», le dije.

Él vino a mi

sorprendido

pero deseándome

igual que lo deseaba yo.

Y después de esa noche

me miro al espejo

y veo mis senos:

están aquí

y son míos

así,

llenos de cicatrices,

pero me pertenecen.

Ahora los admiro

aunque haya caído en ellos

el peso de los años.

Y de vez en cuando

los comparto con mi marido

para disfrutarlos juntos,

en algún lugar de la casa,

en algún lugar del tiempo.



3.


Ese día puso fin

a la pinche engordadera.

Treinta y cinco kilos de más

no son cualquier cosa,

tampoco lo es

la escandalosa rajada en mi vientre.

Esta vez la hicieron vertical

y, combinada con la cicatriz

del parto anterior,

terminaron por pintarme una cruz.

La cruz se abrió y se abrió,

y escuché en medio de voces

de doctores y enfermeras

un llanto agudo que me sorprendió.

¡Eras tú, mi niña!

¡Bienvenida al mundo, mi princesa!

Bienvenida tu sonrisa,

tu fortaleza,

tu valentía,

tu tez blanca

tu pelo negro,

tus ojos brillantes.

¡La cruz me importa un bledo!

Es el recuerdo

grabado en mi piel

de que traje al mundo

a una niña feliz,

burbujeante,

llena de luz

y, ¿por qué no decirlo?,

a una niña

maravillosamente gay.

Te amo, mi reina.



272 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page